69 años de Acción Nacional

El Partido Acción Nacional cumplió 69 años de servir a México, en una coyuntura de definiciones importantes para nuestro país. Para conmemorarlos, se realizó una ceremonia a la que tuve el privilegio de asistir, en la que se vivieron momentos cargados de emoción.

Una vez que la emoción ha dejado espacio a la razón, es momento de reflexionar sobre los mensajes que el Presidente del Partido y el Presidente de la República dejaron para la posteridad.

En el discurso de Germán Martínez Cázares, se hizo referencia a las circunstancias por las que atraviesa la Nación, momentos de confusión en los que parecería que el desorden y el crimen están a punto de subyugarnos. No obstante, se dijo con fuerza y claridad que en el PAN “estamos convencidos del triunfo del Estado de derecho, del imperio de la ley y de la convivencia pacífica y civilizada entre mexicanos; para eso, justamente para eso, nació Acción Nacional hace 69 años”.

Se habló de los momentos de la fundación y se recordó que “Acción Nacional es, desde entonces y en primer lugar, un conjunto de valores cívicos para mover voluntades; esos valores no los debemos olvidar: los del respeto al individuo por ser persona, el deber de cuidar la libertad, el compromiso con la justicia, el apego al ejercicio y origen democrático de nuestros gobierno”, mencionando además que este partido es una técnica para obrar en la realidad y modificarla, evocando lo dicho por Don Manuel Gómez Morín.

Así, considerando el anuncio que hace el líder y las razones de los fundadores, debe concebirse al Partido Acción Nacional no solamente como una maquinaria electoral, sino fundamentalmente como una “escuela de ciudadanos” que les enseña a cumplir sus obligaciones y a exigir sus derechos, en aras de la construcción de una Patria Ordenada y Generosa.

También se escuchó la disertación de Felipe Calderón Hinojosa, Presidente de todos los mexicanos. Refiriéndose a los panistas, nos dijo que “hoy, a nosotros que creemos en la democracia, que nacimos demócratas, que somos demócratas, nos toca renovar nuestro compromiso con la democracia y con los ideales de Acción Nacional”.

Se habló de la oportunidad que ahora se presenta: “La de transformar a México, especialmente hoy, en un país de leyes y donde se cumpla la ley; en una Nación con verdadero Estado de Derecho, donde se respete la ley de manera irrestricta en beneficio de cualquier persona y que posibilite desde lo más esencial, que es la vida humana y, desde luego, el establecimiento del bien común que la hace posible”.

Además, el Presidente Calderón dijo que “hoy al PAN toca, en este sexagésimo noveno aniversario, renovar su compromiso consigo mismo. Verse en el espejo de su gran historia y tomar, precisamente, los valores que le dieron sentido, los ideales que movieron a aquél puñado de jóvenes a luchar en donde se pensaba que no había lucha posible, a creer donde toda fe estaba muerta y a esperar donde no había esperanza”.

En resumen, se trata de hacer política con honestidad y con principios, como lo soñaron los fundadores.

No hay duda. Acción Nacional es una institución que tiene alma y que posee conciencia. Escuchemos su conciencia y salvemos su alma.


¿La Patria?, ¿Quién es esa señora?

Iniciaron los cursos escolares 2008-2009. En la escuela de mis hijas, los padres de familia fuimos convocados para conocer a los profesores y ser instruidos en las reglas del juego. 

Ya es constumbre, que para esa reunión, los niños dejan un recado a su papás y algunos procuramos dejar una respuesta. Dejé a mi hija un mensaje en el que pretendía hacer énfasis en  que estamos en el mundo para servir a Dios y a la Patria.

El mensaje fue recibido por su destinataria. No hay duda que lo leyó con cuidado. En cuanto tuvo oportunidad, me buscó para platicar sobre el tema. Entre otras cosas, medio en broma, medio en serio, me preguntó: “¿La Patria?, ¿Quién es esa señora?".

Debo confesar que de momento no tuve respuesta. ¿Cómo explicarle a una niña lo que es la Patria?. Lo primero que me vino a la mente, y lo dije a botepronto, fue una frase que con frecuencia se repite en los discursos de los panistas; "El hombre es patria que pasa; la patria es hombre inmortal". Se me quedó mirando. Antes de que dijera algo, decidí cambiar el tema. Obviamente no había contestación para su pregunta.

Sigo sin tener una respuesta clara y contundente. Me encuentro ante el problema de la definición de las ideas abstractas. Amo a mi Patria, pero no se como explicarla.  Lo que me queda claro es que la Patria se entiende viviéndola.

En el mes de la Patria, y todos los días, vale la pena hacer alguna reflexión para comprenderla mejor. ¡Cavilemos pues!

"La Patria es primero" dice la frase que se le atribuye a Vicente Guerrero. Por supuesto que en una correcta escala de valores debe ser uno de los asuntos con mayor prioridad, sin embargo, nunca debemos olvidar el principal de los mandamientos del decálogo. Pero no nos confundamos. Dios y Patria nunca se contraponen. Amar a Dios pasa por la querencia a la Patria; y el que sirve a la Patria, también es un asistente de Dios.

Decía la niña, ¿Quién es esa señora?, lo que me llevó al debate sobre la posibilidad de referirnos a ella como la Matria. Llego a la conclusión de que Matria o Patria es igual. No importa cómo le llames, lo que interesa es cómo la concibas.

Se nos enseña el honor que representa morir por la Patria. También debemos aprender a vivir por ella. Efraín González Luna define a la Patria como "la casa de los padres en trance perpetuo de edificación", es decir, como una responsabilidad continua, como toda una vida.

Por último, los invito a hacer un recorrido por La Suave Patria de Ramón López Velarde. A mis hijas, les pido que pongan especial atención al par de versos que dicen:

    Suave Patria: tú vales por el río

    de las virtudes de tu mujerío.


Ingeniosa solución… ¡Despenalizar!

Ahora que la Suprema Corte de Justicia de la Nación ha considerado correcta la despenalización del aborto, me permito hacer unas propuestas “muy serias”, que podrían ayudar a la sociedad mexicana a resolver algunos de sus graves problemas actuales.

Comencemos por los "ajustes de cuentas" entre delincuentes. Si. Me refiero a las matazones que vemos en los medios de comunicación casi todos los días, con decapitados y mutilados. Esos en los que ponen letreros con mensajes, clavados en el torso del difunto con un picahielo.

No cabe duda que este es un problema muy grave. Podemos ayudar a solucionarlo si despenalizamos los asesinatos que se den en la variante de “ajuste de cuentas”.

Es muy importante aclarar que al despenalizar los “ajustes de cuentas”, de ninguna manera estamos obligando a nadie a que los realice. Sería descabellado pensar que mediante la propuesta que ahora se está haciendo, se pretenda realizar una invitación para que cualquiera pueda organizar sus orgías de sangre. ¡De ninguna manera!, solamente se pretende dar la oportunidad para que la realicen aquellos que tengan razones justificadas para ello. Ninguna persona estará obligada a recurrir a esas medidas.

Puedo afirmar con certeza que todos estamos de acuerdo en que los “ajustes de cuentas” son actos que no se deben de dar en una sociedad civilizada, y que se deben tomar providencias para que en la medida de lo posible, nunca sea necesario llegar a esos límites; sin embargo, dado el caso, es mejor reconocer la realidad.

Ante esa evidente realidad, resulta conveniente dotar a nuestra sociedad de instrumentos jurídicos para regular aquellos casos en que algún sujeto se vea obligado a recurrir a medida tan extrema.

Existen buenas razones para hacerlo:

  • Se buscaría atender a un principio de igualdad y justicia. Que ante la posibilidad de un “ajuste de cuentas”, ninguno se encuentre en desventaja. Es necesario que los “pobres” que requieran acudir a esta medida cuenten con los mismos recursos que los “ricos”, que tienen acceso a toda clase de armas.
  • Es una medida que conviene a la sociedad. Mediante herramientas jurídicas podemos provocar que de forma ordenada, los delincuentes, que tanto daño nos hacen, se eliminen entre ellos mismos.
  • Al no considerar los “ajustes de cuentas” como delito, automáticamente se nivelarán las malas estadísticas que tanto nos desprestigian.

Como comentario al margen, debemos dejar claro que esta es una medida que corresponde decidir únicamente a nuestras autoridades legislativas, por lo que no debemos permitir la opinión de ningún moralista que pretenda imponernos sus opiniones personales. Esa idea de que está prohibido matar, corresponde a una imposición religiosa. No olvidemos que hemos insistido que estas medidas no obligan a nadie. Si hay alguien que en su fuero interno está convencido de que para él resulta una conducta mala realizar un “ajuste de cuentas”, no está forzado a hacerlo.

Ya que andamos en estas, despenalicemos el secuestro. No olvidemos que aquellos que secuestran consiguen mejores oportunidades económicas para ellos y sus familias. ¿Por qué negarles ese derecho?

También deberíamos despenalizar el tráfico de drogas. Todos, sin importar edades ni condición tienen derecho a su “viaje”. Que ningún anticuado pretenda imponernos su forma de vida y de pensar. El que no esté de acuerdo, no tiene porque entrarle.

En el mismo sentido, podemos despenalizar el robo de autopartes. Si algún mocho considera que robar es malo, no se le puede presionar para que lo haga.

Es hora de quitar sanciones al hecho de conducir alcoholizado. ¡Fuera el alcoholímetro!, ¿por qué razón otro sujeto, por muy autoridad que sea, puede restringirme mi derecho a conducir en la forma que yo quiera?. Deben de entender que al quitar esta restricción, de ninguna manera se le pide a los abstemios que se emborrachen.

Hay que abolir las multas por no traer el cinturón de seguridad. El único afectado por no utilizarlo sería el omiso mismo. ¿Creen que los conductores son unos tarados que no pueden decidir por si mismos?, el que quiera seguir utilizando los cinturones, lo puede seguir haciendo. La medida no obligará a nadie a conducir desamarrado.

Hay que despenalizar las violaciones y la pederastia. Los robos y los fraudes. Las lesiones y los asesinatos. Reconozcamos la libertad de cada quien. Nadie tiene derecho a imponer a otro el pesado fardo de la moral. Por supuesto, tengamos cuidado en no convertir en obligatorias esas conductas, sino dejarlas a la decisión de cada cual.

Quitemos las penas para el parricidio y el infanticidio. Que se aumente el tiempo en el que se pueden realizar abortos legales. ¿Por qué limitarlo a 12 semanas?, al fin y al cabo ya está claro que nuestra Corte Suprema avaló el derecho de las madres para matar a sus hijos.

Hasta aquí la propuesta. Disculpe usted por tanto disparate y absurdo. Solo pretendo tratar de argumentar que la LEY también debe ser una herramienta para orientar el camino que nos lleve a la construcción de una sociedad ordenada y justa. Si hay algo que consideramos como no deseado, debemos dejar muy clara la señal.

Despenalizar, a tontas y a locas, es salir por la puerta falsa.

(Versión adaptada de un correo electrónico que envié en abril de 2007 a una conocida analista de política, que en un programa de televisión defendía la despenalización del aborto).

En el Distrito Federal se experimenta con mujeres


El gobierno de la Ciudad de México utiliza a mujeres como conejillos de Indias. Abusan de su situación de infortunio para experimentar con medicamentos que no han sido autorizados para lo que se están empleando.

Estas autoridades no comprenden el concepto de "dignidad de la persona humana". Les cuesta trabajo entender que a las personas se les debe respetar, simple y sencillamente, por el solo hecho de ser personas. Esa falta de conciencia los lleva incluso a alardear, como si fuera un gran logro, que en la capital del país se experimenta con sus mujeres.
 
Vamos a los hechos. El 24 de mayo de 2007 compareció el Secretario de Salud del Gobierno del Distrito Federal, Manuel Mondragón y Kalb ante la Comisión de Desarrollo Social de la Asamblea Legislativa del Distrito Federal. A ese momento ya había entrado en vigor la legislación que concede "derecho" a las mujeres para matar a sus hijos no nacidos, antes de la semana 12 de su gestación.
 
Al Secretario de Salud, se le llenaba la boca al señalar que para esa fecha, ya había 215 mujeres que atendiendo a las facilidades que les daba el gobierno del Distrito Federal, habían abortado a sus hijos no deseados.
 
Durante la comparecencia, una diputada le preguntó al Secretario cuánto costaba un aborto en el Distrito Federal. Mondragón y Kalb contestó textualmente lo siguiente:
 
"¿Cuánto cuesta el embarazo, perdón, la interrupción del embarazo? Vamos a entender que hay varios procedimientos para interrumpir el embarazo, no todo es el famoso legrado, no es el legrado, se está trabajando inclusive con un medicamento, Misoprostol, que nos está, se han dado ya experiencias estupendas, pero creo que México va a ser un pionero en la investigación y en el estudio del Misoprostol, que puede tratar prácticamente a la gran mayoría de las personas que quieren interrumpir el embarazo antes de las 9 semanas". Luego continuó dando algunas cifras sobre los costos de los abortos.
 
En palabras llanas, lo que el Secretario Mondragón dijo, es que en la ciudad de México se está utilizando a las mujeres para experimentar los efectos del Misoprostol como medicamento abortivo.
 
El Misoprostol, conocido con el nombre comercial de Cytotec, fue aprobado por la FDA de los Estados Unidos el 27 de diciembre de 1988 como un medicamento para atender padecimientos gástricos, y está contraindicado en el caso de mujeres embarazadas. No ha sido formalmente autorizado como un medicamento abortivo seguro, para las mujeres que lo consuman.
 
Cuando una mujer se ve orillada a tomar la decisión de abortar a su hijo, debe ser considerada como una víctima de la situación que sufre. En la ciudad de México se abusa de esa condición, para utilizar a esas mujeres como sujetos de experimentación.
 
En el gobierno del Distrito Federal, ya se está haciendo costumbre aprovecharse de las víctimas. En los casos de los abortos "legalizados", la principal víctima es el ser no nacido. En lugar de considerarlo como tal, se le culpa de la situación, y como consecuencia, se procede a matarlo.
 
Ahora resulta que Mondragón y Kalb, el que presume como uno de sus principales logros ser verdugo de niños no nacidos; el mismo que instrumentó lo necesario para experimentar medicamentos abortivos con las mujeres de la ciudad; pretende encargarse de buscar que la Policía del Distrito Federal dé trato de personas a las víctimas, cuando debe considerársele como un victimario, experto en atentar en contra de los más inocentes.
 
¿Será un funcionario capaz de entender el valor de un ser humano?
 
Entendernos como personas humanas hará más fácil que el poder del gobierno sirva para proteger a las víctimas, y que no se utilice para aplastarlas. Literalmente.

Escrito en julio de 2008.

La vida, ¿no vale nada?

Seguimos en la carrera contra la cultura de la muerte. Todos los días somos testigos de la guerra, el terrorismo, los ajustes de cuentas del narcotráfico, las ejecuciones de mujeres, el hambre, enfermedades perfectamente curables, la eutanasia, los abortos y las píldoras que matan.

La humanidad se sigue manchando las manos de sangre en los tiempos en que supuestamente hemos avanzado en materia de respeto a los derechos humanos.

Como siempre, la mayoría de las víctimas son los más vulnerables. Los pobres, los ancianos y los no nacidos. Cualquier pretexto se considera válido para calificarlos de indeseables... Y lo que sigue es su eliminación. ¡Su muerte!

No nos sorprende que los humanos nos sigamos matando entre hermanos. Nos persigue la sombra de Caín. Lo que da rabia es ver cómo las instituciones del Estado, que deberían ser las primeras en proteger a los más débiles, muchas veces son las primeras en tomar las medidas necesarias para asesinar inocentes.

Lamentablemente, en México no estamos excluidos de la estupidez que desprecia el valor de la vida humana. El Constituyente Permanente, supuestamente por suprimir la pena de muerte de nuestra Constitución, está en vías de dejarla sin un reconocimiento expreso al primero de los derechos. Así, en México no habrá pena de muerte pero tampoco derecho a la vida.

El tema más reciente es el de la píldora de Frenk, la discusión más absurda de los últimos años. Un debate en el que no se quieren escuchar razones. Los defensores de la píldora reclaman una discusión científica sobre el tema, pero son los primeros en pretender ocultar la información sobre el “tercer efecto”, con la que se demuestra que ese “medicamento” priva de la vida a un ser humano en los casos en que impide la implantación de un óvulo fecundado en el endometrio de su madre.

Todos somos seres humanos con derecho a la vida. No importa que seamos ancianos, adultos, jóvenes, adolescentes, niños, bebés, bebés neonatos, bebés no natos, fetos, embriones o cigotos. Independientemente de la etapa de desarrollo en que nos encontremos, no dejamos de tener la esencia humana y la correspondiente dignidad que merece todo el respeto.

Los promotores de la cultura de la muerte están avanzando. Han logrado adormecer la sensibilidad de la sociedad sobre los temas que implican un reconocimiento al valor de la vida humana. Tenemos que trabajar para posicionar fuertemente la idea de que el ser humano debe ser respetado desde el momento de la concepción y hasta su muerte natural.

Los avances científicos en la medicina y en la genética nos demuestran que desde el momento en que se fusionan un óvulo y un espermatozoide existe un ser humano distinto e individual. Desde ese momento tenemos una persona con un destino espiritual y material que cumplir.

Las generaciones futuras nos reclamarán el grado de estupidez al que hemos llegado, al ver la forma en que matamos a los no nacidos. Mientras tanto, por acción u omisión, seguirán muriendo seres humanos inocentes.

Aunque a algunos les valga, la vida humana vale.

Artículo publicado en el número 2251 de la revista La Nación. 2005.

Don Pepe y la conciencia

Por allá de 1987 hubo una reunión de notables panistas sinaloenses durante todo un fin de semana con Don José González Torres, en la casa del Maquío Clouthier, en las playas de Altata.

El principal motivo de la encerrona fue estudiar los Principios de Doctrina del Partido Acción Nacional. Por alguna razón, yo me quedé de colado en esa reunión y fui testigo de algunas de las anécdotas que aún se comentan entre los asistentes a ese retiro.

Entre otros temas, llegó el momento de hacer algunas reflexiones sobre la conciencia y la moralidad de los actos humanos.

Comentaba González Torres que los filósofos y los teólogos se habían preocupado por estudiar esas cuestiones y que hacían complicados discernimientos y clasificaciones, mencionando, entre otras cosas, que se hablaba sobre conciencias verdaderas y erróneas; rectas y falsas; ciertas y dudosas; relajadas, estrechas, escrupulosas y perplejas.

Sin embargo, en lugar de entrar a un análisis detallado sobre el tema -que sin duda conocía bien- afirmó que la gran mayoría de los casos estudiados correspondían a asuntos prácticamente de laboratorio, por lo que se concretó a señalar una pauta para la vida diaria.

Así, remataba Don José que ante la pregunta de ¿cómo hacerle para saber si un acto es bueno o es malo? la regla es clara, y sentenciaba el sabio viejo: “¡No se hagan pendejos!”

En todos nosotros se ha encajado algo que constantemente nos recuerda lo que es verdadero y bueno. A ese algo le llamamos conciencia y sentimos su insistente reclamo cuando no estamos haciendo las cosas bien.

Una obra, un pensamiento, una omisión realizados en contra de nuestra conciencia resultan intrínsicamente malos, por ello no debemos acallarla sino obedecerla y trabajar para formarla correctamente.

Aunque pareciera que este tema correspondería en exclusivo a cada persona, nuestra sociedad tiene que enfrentar a los perversos que deliberadamente trabajan para adormecer la conciencia de los demás. Así las cosas, se nos impone la obligación de ocuparnos de la tarea de despertar a los que se nos están durmiendo y una de las principales trincheras para este cometido debe ser la política.

Si entendemos a la política como una capacidad y obligación de servir al hombre y a la comunidad, tendremos que recurrir a la “técnica de salvación” que nos propone Efraín González Luna, atendiendo al llamado para despertar conciencias que desde 1939 nos hace Manuel Gómez Morin.

Regresemos al pensamiento de nuestros fundadores y de nuestros líderes históricos. Rememoremos a Don José González Torres como un Pepe Grillo de la política mexicana, diciéndonos a cada momento que ¡no nos hagamos pendejos!

Publicado en La Nación. 2005

 

Contra la dictadura de lo políticamente correcto

Las sociedades actuales se están dejando dominar por las modas, conformismos, ambigüedades, resultados de encuestas, inconsistencias, rentabilidad electoral, consumismo y estrategias mediáticas. Las ideas y los ideales, los principios, los valores y el sentido común... ¡están secuestrados! Nos estamos convirtiendo en víctimas de lo “políticamente correcto”.

Desde hace algunos años, el lenguaje común se ha ido modificando para suprimir algunos términos que se consideran inadecuados y sustituirlos por otros que aparentemente resultan menos agresivos e incluyentes. Así, ya no tenemos viejos sino adultos mayores; ya no hay inválidos sino personas con capacidades diferentes; ya no existen los homosexuales sino los gays.

En sí mismos, esos cambios en el lenguaje no son el problema. Lo que nos preocupa es que va permeando una cultura en la que no se nos permite llamar a las cosas por su nombre. Se está fomentando el subjetivismo moral y estamos llegando a extremos en que resulta permitido hablar de cosas vanales y sin sentido, pero se nos prohíbe defender nuestros principios y valores, puesto que se considera que podríamos ofender a los que no piensan como nosotros.

Bajo el pretexto de que es necesario procurar una actitud de respeto, tolerancia y sensibilidad hacia los miembros de los grupos minoritarios, se está llegando al extremo absurdo de considerar incorrecto que no se piense igual que ellos.

Dichos políticos, por el miedo a quedar mal con algún grupo, se abstienen de tomar posturas y defenderlas. Quisieran estar siempre de acuerdo con todos y aceptan como válidas todas las opiniones. Para ellos, resulta peligroso tener ideas claras.

Los gobernantes esclavos de lo “políticamente correcto” renuncian a aplicar la ley por razones de oportunidad política o de conveniencias personales. Destinan presupuestos a obras que lucen en perjuicio de las imperiosas pero que no se ven. Prefieren cuidar su imagen personal antes que tomar medidas que resulten “dolorosas pero necesarias”.

Combatamos la mediocridad de lo “políticamente correcto”. Es hora de exigir tolerancia a los que nos califican de intolerantes por el simple hecho de que no les gustan nuestras ideas. Tenemos que defender a la familia y a la vida humana sin miedo a que nos califiquen de ultraderecha, del mismo modo que debemos luchar contra la pobreza y por los derechos sociales sin temor a que nos etiqueten de zurdos.

Sigamos defendiendo la dignidad de la persona humana; persistamos propugnando por un correcto orden social bajo los principios de bien común, solidaridad y subsidiariedad; continuemos bregando por construir un Estado democrático de derecho.

Por supuesto que no se trata de imponer por la fuerza nuestra forma de pensar a los demás, pero eso no implica renunciar a la oportunidad de enseñar y compartir nuestras razones.

Publicado en La Nación en 2005.

 

Democracia y relativismo ético


El cardenal Joseph Ratzinger, durante muchos años, ha convocado a los hombres de buena voluntad a lidiar una batalla contra la “dictadura del relativismo”.

En especial, causaron conmoción sus palabras cuando pronunció la homilía de la misa con la que dio inicio el pasado Cónclave. Atendiendo a esta sacudida a las conciencias, vale la pena hacer algunas reflexiones sobre el tema.

El relativismo contamina la mentalidad contemporánea. Se nos reitera que nada es verdad puesto que todo depende del cristal con que se mira. Quieren hacernos creer que no existe una verdad absoluta, válida para todos los hombres.
Así, se llega al extremo de concluir que nada puede calificarse como bueno o malo y, en consecuencia, cada quien puede hacer lo que le venga en gana.

La democracia, mal entendida, es uno de los instrumentos del relativismo. En este sistema la “verdad” se construye con la decisión de las mayorías.

Cuando el mecanismo se limita a establecer las formas para decidir y elegir hay una democracia hueca, sin contenidos, a la que le estorban los principios y los valores. De este modo se pueden “democratizar” los vicios, imponer leyes absurdas; absolver culpables y condenar inocentes. No habrá problema alguno si se siguieron las formalidades y si las mayorías así lo aceptan.

El demócrata hueco tiende al pragmatismo. Hace o deja de hacer las cosas en la medida que se generan dividendos, sin importar los principios. Busca eficacia, sin perjuicio de recortar las ideas y los ideales. El peligro de la democracia hueca es más evidente cuando advertimos la facilidad con que se pueden construir las mayorías.

Somos testigos de la forma en que líderes sin escrúpulos, para consolidar una supuesta opinión mayoritaria, pueden adquirir voluntades manipulando, seduciendo, imponiendo criterios por la fuerza, aterrorizando o simplemente comprándolas. Abusando de las necesidades o de las debilidades humanas.

Una verdadera democracia defiende la dignidad de cada persona. Debe servir para garantizar los derechos humanos, que son inviolables. Es un instrumento para la búsqueda del bien. En este sentido, se reconoce que existen valores fundamentales que se deben respetar.

Debemos entender que la democracia no puede ser un fin en sí misma sino una herramienta para lograr algo. Se le aprecia en la medida que permite la participación de los ciudadanos en los asuntos públicos y garantiza la posibilidad de elegir a los gobernantes, al mismo tiempo que nos suministra de instrumentos para controlar a los mandatarios y buscar un sano equilibrio entre la libertad personal y el bien común.

No debemos temer a la verdad, aunque muchas veces nuestras propias limitaciones nos impidan comprenderla a cabalidad. Al contrario, es nuestra obligación formar una recta razón que nos permita reconocer la existencia de principios fundamentales. No queremos democracias huecas. Los derechos humanos, la justicia, el bien, la libertad, son un contenido valioso.

Queremos una democracia de verdad, con verdad y para la verdad.
 
Publicado en La Nación. 2005.